MUESTRA DE ALGUNOS POEMAS:
TU muerte es cosa mía.
No es de Dios ni del Ángel de la Guarda;
no, de la tierra parda
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FUE guerrera paloma.
Cuidará de Tus renos, del verano
mecido por Tu mano,
del agua en Tu redoma.
Ayer partió hacia la eterna Loma
y se lleva mi beso de testigo
con el que afirmo y digo
que fue un hombre bueno:
labrador del poema y de Tu heno.
Lo sé bien. Fue mi amigo.
hombre mío de cálida madera
y un trovo ardido me atraviesa entera,
acelera la luz de mis mejillas.
Te pulso y fluye un río sin orillas,
corriente musical que es viva hoguera
al tenerte cautivo en la galera
de mis brazos. Remero que más brillas.
Sobre tu caja de arce desangrado
tengo mi cuerpo al tuyo doblegado,
buscando los corceles musicales.
Los persigo por ser sonata en celo,
cálidos potros de mis manantiales.
secretas lumbres mías y del chelo.
&&& MUJER EN LA PENUMBRA.
MIRA a ver si la más vieja de todas vuelve a darte sus bendiciones.
Mas no te asustes / si al sol de medio día se sienta y te musita
que para nada quiere "Eternidades"
que el "Más Allá" le importa poco.
Ella, que no recuerda sus diecisiete años
porque la vida le tocó vivirla /casi siempre al envés,
mejor prefiere una vasija con leche de camella
y también dos hojitas de tomillo
que amaine la acritud de sus armarios,
en donde solo guarda un par de botas
usadas por los hombres de dos generaciones.
&&& FANTASMAS DE MI INFANCIA.
SI nadie olvida un muerto bajando por el río,
un muerto sin amortajar / haciéndose amigo de las aguas,
¿por qué tendrían que olvidarse de ella / que venía bajando por la calle
con sus aguas tan blancas y bruñidas,/ diciéndoles a todos
que era puta, que era mujer sin luna, / una mujer de noches muy lluviosas?
En su propia corriente fue feliz / coleccionando hombres que escondía
muy dentro de sus medias, / donde la luz de la muchacha es triste.
¿Quién olvida un entierro bajando por el río? /¿Quién se olvida de una mujer
disuelta entre las brumas de los anocheceres, / untada con la brea de viejos marineros,
envuelta en el dulzor de la llovizna / que algunos, casi niños, dejaban por su cama?
A todos ellos tuvo, / mas nunca por dinero, tampoco por amor;
los tuvo porque quiso / y para compartir la miel de la palabra
y el migajón de la ternura.
&&& SONETOS PARA LA VIDA. Mar Atlántico. (Con Juan Ruiz de Torres)
HIERE el azul su espalda errante
y nada le detiene. Vuela
dardo, madrugadora vela,
siempre naciendo hacia adelante.
Su ojo refleja vigilante,
naufragio tanto, tanta estela,
tanta piel blanca y piel canela,
que más que océano es amante.
Al resplandor de las estrellas,
forman su corte tres doncellas:
Siglos, Futuro y Espejismo.
Y aunque es incierto tu futuro,
en la aventura vive puro
alto soñar con el abismo.
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&&& NO LLORES POSEIDÓN.
LA VIDA Puede ser azul o malva. Puede tener un río que la cruce,
un olivo apostado en la cuneta / lleno de pájaros,
dispuestos a cantar lo que tú le pidas.
La vida puede ser un simple vaso de agua / tan necesario
en las siestas de agosto. En esa hora de amor
donde los dos se dicen: / "yo seré tu planeta y tú mi mariposa".
Pero no llores si la vida se vuelve de perfil,
si se pone de canto duro / y del olivo bajan víboras
dispuestas a empollar en nuestra lengua / tristezas y dolores./
Eso, ni las sirenas que cantaban a Ulises / podrían evitarlo.
Y yo no sé cantar.
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YO ME SÉ de memoria
la distancia que hay de su frente a los labios.
También sé / a qué hora del día los alisios
circulan por su cuerpo y dispersan olores
de bosques inundados.
Y aunque no hubiera luna, / podría caminar
por las sabanas de sus ingles, sin perderme.
De todas las canciones
elijo la canción de su navaja de afeitar.
Siempre suena a las ocho mientras baja
de su sien al mentón. / Es el tramo más débil de su cuerpo.
Allí le crece la tristeza, /allí nace la lágrima que baña su mejilla
cuando el amor se enquista y duele,
como astilla clavada en plena carne.
Yo podría vivir bajo su llanto / sin que me afecte la humedad.
Todo esto lo sé y muchas otras cosas
porque le miro mientras duerme.
&&& CARMÉNDULA
POCO importa que tu cabello,
a la hora de amarme,
no tenga la negrura de la noche.
¿Qué haría yo con tanta oscuridad?
Tampoco necesito que tus axilas huelan
a ciudad invadida por el agua,
ni que tu boca al succionarme
me eleve al agujero negro donde reside Dios.
Solo te pido que después de amarme
toques el piano lentamente y que tu música me llueva
muy dentro de la piel mientras me peino.
Cierra la puerta y ven conmigo
aunque no tengas una incendiada lágrima
que ofrecer a mis ojos.
&&& LA NIÑA AZUL
TENÍA la muchacha la piel tan fallecida
que al besarla
creí rozar el labio de la mar.
Sobre el lecho llevaba varios días inerte,
con las piernas muy juntas,
cuidando que nadie conociera el lugar
en donde siempre tuvo una luz encendida.
Y sin embargo,
yo supe que lloraba muy dentro de su muerte;
la niña se negaba a seguir muriendo.
Supe, porque su cuerpo olía a cedro no abatido,
que muchas veces vino al hoy de su cama a recoger
el último calor del cuerpo.